Hoy, al levantarme, supe que
finalmente me he vuelto invisible.
Camino
por las calles como sonámbula. Todos pasan sin verme, no pueden. Voy lenta. El
humo de los buses asfixia, pero todos ríen. Corren. Ya va siendo hora de estar
en el trabajo. Paso por el lado de un trío de muchachos callejeros, andrajosos
y sucios. Me miran ¿Cómo? Me engaño, han visto al señor con paraguas que pasaba
por mi lado en ese instante y con una señal imperceptible se han lanzado en sus
bicicletas a seguirlo para arrancarle el maletín. El hombre vocifera, palmotea,
grita. Todos pasan a su lado mirándolo como a un loco más. Nadie se detiene. Lo
miran, cuchichean y siguen de largo. El
hombre se resigna, hurga en los bolsillos de su pantalón, saca unas monedas y
detiene un bus para subirse en él. Sigo mi camino.
Las
noticias de los últimos días han sido pésimas. Un amigo murió. Otra ha perdido a su hija. Una más vomita sin
parar. En la selva ha habido bombardeos
y muchos muertos, quién sabe exactamente cuántos. La lluvia que no se detiene desborda
los ríos. Inundaciones, pérdidas de cultivos, muerte, destrucción. Empresas
extranjeras arrasan con la riqueza mineral del país llevándose de paso el lecho de los ríos y las
vidas en sus lechos. La pobreza ha crecido a nivel mundial. El odio hacia las mujeres provoca más muertes
al año en el mundo que el cáncer. El primer presidente afro descendiente de los
Estados Unidos terminará su mandato sin pena ni gloria el próximo año.
Científicos del mundo proponen mil formas desquiciadas de detener el
calentamiento global. El campo de mayor desarrollo económico en el mundo sigue
siendo el internet. Diariamente millones de personas se conectan a la red aumentando
así el número de usuarios de este modo de vida virtual. Miles de niños siguen
muriendo de hambre por todo el globo terráqueo.
(…)
Todo se hace silencio. La
Tierra gira por inercia. Dios y sus secuaces salieron silenciosos. Sin hacer
ruido. Como ladrones en la noche. No querían armar alboroto. “Estos humanos son
inestables” habría dicho el jefe. Pueden armar un boicot en mi contra, mejor nos
vamos ahora que están entretenidos en sus pequeñas vidas inventadas.
Mi casa está a oscuras. Hace
tiempo no hay luz en ella. Se han ido y solo yo me he dado cuenta pero yo no
cuento, nadie puede verme. Los demás siguen en su sueño colectivo. Cuando
despierten ya será muy tarde. Se van a sentir con la mayor resaca de sus vidas
y no habrá nada qué hacer. Se enfrentarán al vacío y no habrá nadie a quien
reclamar.
Ampudia (Julio de 2012)