martes, 22 de marzo de 2011

Leer más allá de lo evidente...


En un taller muy interesante con Cecilia Bajour, crítica literaria argentina, durante el pasado Festival del Libro Infantil y Juvenil en Bogotá, tuve la oportunidad de realizar un ejercicio de análisis sobre lo que se puede considerar literario porque utiliza recursos estéticos propios de la Literatura y lo que no lo es y debe ser clasificado como lectura apelativa, es decir, que llama la atención sobre algo particular: una enseñanza, un conocimiento o una información.

Cecilia hacía hincapié en el hecho de no dejar de lado en la enseñanza de la lectura aquellos libros que, sin “moraleja” a la vista, dejan en el niño una inquietud por la forma como manejan ciertos recursos estéticos, tanto a través del lenguaje poético, como de un lenguaje gráfico muy bien pensado.

Esta conferencia me dejó muchas inquietudes y mucho hilo para tejer.

Son tantos los elementos que dejamos por fuera cuando leemos. Hay mucho camino por recorrer para convertirse en un buen lector, no solo de textos sino también de imágenes.

Una vez más nos enfrentamos al hecho que cuando leemos, lo hacemos desde varias perspectivas y ellas incluyen no solo la obvia mirada a la historia y a sus personajes sino también, a cómo está escrita esa historia y en el caso de los libros álbum, a la forma cómo se conectan y complementan texto e ilustración, y a la edición del libro.

Soy una devoradora de libros ilustrados. Siempre me he considerado una buena lectora, pero los libros álbum ejercen un poder increíble sobre mí. Cuando visito la librería, me atraen como un imán hacia ellos y entonces tomo uno y otro y otro. Los hojeo. Me maravillo con las hermosas ilustraciones, las infinitas técnicas utilizadas por los artistas… pero sobre todo, con las sensaciones que dejan en mí.

Efectivamente no todos los libros álbum se pueden considerar literarios. Los hay para los más pequeños que enseñan los contrarios. Otros que recorren el mundo numérico o las formas, o las sílabas, estos son los que se pueden clasificar como apelativos. Pero están aquellos que desde la carátula me toman por sorpresa y me introducen en otro universo, uno que muchas veces me deja perpleja por su irreverencia, pero con mucho material qué elaborar, esos son seguramente los que contienen ese tesoro estético del que habla Cecilia Bajour.

Siempre que leo lo hago primero desde mi niña-lectora interior. Cuando uno de esos libros me cautiva, lo hago mío, lo desmenuzo, quiero desentrañar la "esencia" que lo hace especial. Es en ese ejercicio cuando descubro, una y otra vez, la belleza del lenguaje y la creatividad en el simbolismo que encierran las imágenes.


Aprender a leer y enseñar a leer son tareas maravillosas que exigen dejarse llevar por ese lector intuitivo que tenemos dentro, e ir más allá de lo evidente en nuestra lectura. Un buen libro, aunque esté escrito e ilustrado con unas intenciones específicas, siempre nos dejará margen a muchas lecturas, interpretaciones y reflexiones.