viernes, 27 de enero de 2012

Historias de Iguanas-Iguana...

 Iguana macho

Iguana hembra

Aquí comienza una historia que se narra en el día a día de un bello Colegio. Es la historia de un personaje que ha vivido en nuestro Valle desde antes que esta tierra nos hubiera imaginado: 

La Iguana Iguana

Llegamos a su casa y la cambiamos para siempre... Invadimos sus terrenos con nuestro equipaje... Irrumpimos con ruidos aterradores y risas felices... Transformamos el paisaje sin haberle consultado y, con insensatez e imprudencia, la fuimos desplazando de su propiedad...

Pero como todo es un "eterno retorno", devolveremos su generosidad con nuestra fantasía... 

Primera entrega: Un día normal... (Presentación columna lateral izquierda)

domingo, 8 de enero de 2012

UNA CASA ENCANTA...dora

Este es uno de los capítulos de mi libro "CRECER A TU LADO, Los años mágicos"... 
Dedicado a mis hermanos, en especial a mi querida hermana... a nuestros padres y abuelas... a mis hijos...a todas y todos los niños que amo...(incluídos los mayorcitos de 40')


(...)

Las tardes en casa son un poco monótonas. A las doce y media almorzamos todos en el comedor y después papá debe volver al trabajo. Durante ese tiempo mamá nos tiene prohibido cualquier tipo de ruido. 

No sé si a ustedes les pasa que cuando no pueden hacer algo es cuando más ganas les entran de hacerlo. Pues eso nos sucede a Cristina y a .  Es a esa hora justamente cuando más queremos jugar y entonces nos fijamos en aquella puertecita del patio que nos comunica con la casa de la abuela, la mamá de papá. Esa casa es más grande y misteriosa que la nuestra y por ella siempre nos estamos metiendo en problemas mi hermana y yo


Una tarde de aburrimiento increíble e inhumano, mi hermana salió con una de las suyas:
- ¡Ya sé! qué tal si jugamos a las exploradoras en casa de la abuela. Cristina lo dijo con una sonrisa malévola.
- ¿Se te olvida lo que pasó la última vez?  Repliqué
- ¡Eso fue porque eres una tonta y te dejaste pillar!
- ¡No…no! eso fue porque eres una vil traidora y me dejaste sola y
- Bueno, bueno, tranquila. Seguro que hoy nada va suceder ¿Vamos?

- Vamos. 
Dije, pero inmediatamente recordé uno de los dichos de la abuela Clementina como una especie de premonición “La curiosidad mató al gato”. 
Brrr...un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Yo nunca estoy segura de las ideas de mi hermana porque al final salgo pagando los platos rotos... Bueno... Casi siempre... Porque ella ha tenido que aguantar los peores castigos, pero esa es otra historia.

Cristi y yo atravesamos la puertecita a sabiendas que estábamos arriesgando el pellejo. A esa hora en la vieja casa de siete habitaciones todos dormían la siesta. La prima Hermelinda, la abuela Matilde, el tío Amaro y el tío Liborio. Era el momento ideal para esculcar los chécheres que la abuela guardaba en el cuartito de la alacena. La abuela tenía, junto con la comida, recuerdos de cuando el abuelo vivía, ropa vieja y un montón de trastes empolvados y cubiertos de telarañas.
Antes de entrar en nuestro salón de tesoros teníamos que asegurarnos que nadie nos descubriera. Nos fuimos de habitación en habitación revisando que estuvieran todos bien dormidos. Hermelinda roncaba boca arriba, la abuela dormía de lado cubierta con una manta y los tíos estaban encerrados en sus habitaciones. No había moros en la costa, podíamos empezar nuestra exploración.  El cuartito estaba al fondo de la casa y daba al patio. Tenía una puerta vieja de madera que sonaba de manera tenebrosa cada vez que la abríamos.
 Aquella tarde, Cristi y yo la abrimos y cerramos unas doscientas mil veces mientras reíamos como locas desquiciadas, luego… entramos.
Todo estaba oscuro y olía a peste. Yo quise salir corriendo pero mi hermana me agarró por un brazo… 
- Tranquiiiila... que traje una vela y fósforos

Mi hermana es así, ella siempre está llena de sorpresas y adelantada, como dice la abuela Clementina “Ella ya viene cuando todos apenas vamos”...

Cristina prendió la vela con un fosforito y empezamos a recorrer el cuarto lleno de cajas y barriles de cartón donde la abuela Matilde guardaba sus cosas. Las fotos de la pared siempre me habían parecido miedosas pero ahora... a la luz de la vela... era como si en cualquier momento fueran a tomar vida... 
- ¡Vamos que no tenemos mucho tiempo! Destapa uno de los barriles. Ordenaba mi hermana.
¡Aghh!  Ropa guardada por más de mil años que olía a demonios… 

- En esta caja debe haber algo
- ¡Nada!  Arroz, azúcar, frijoles…
- ¡El armario...Cómo no lo pensé antes!
Abrimos un viejo armario y…
- ¡SÍ!   
El tesoro…Había muchas reglas de madera, instrumentos extraños y muchas, muchísimas cartas amarillentas...
- ¡Rápido!    Dijo mi hermana   
- Esto es lo que andamos buscando.  


Puso la vela sobre uno de los barriles y nos dedicamos a sacar lo que encontrábamos. 
De pronto, cuando rescatábamos aquellas viejísimas cartas picadas de la polilla ¡ZAZ! Un animal feroz, oscuro y asesino con una cola larga y asquerosa saltó encima nuestro soltando un chillido aterrador que nos hizo brincar sin control. 
La vela se volcó sobre el montón de papeles e instrumentos que habíamos sacado y aquello ardió peor que la fogata en que asaron al pobre cerdo el seis de enero en casa de los primos Giraldo. Las chispas nos quemaban y tuvimos que salir corriendo y gritando antes de terminar tostadas como chicharrones.


- ¡Pirómanas!... Eso es lo que son. No se las puede dejar un minuto solas porque acaban con el mundo.   

Mamá hablaba furiosa mientras nos limpiaba el tizne con tanta energía que nos despellejaba vivas, hasta llegué a pensar que habría sido mejor resultar heridas... 
“¡Pobrecitas! cuánto debieron aburrirse para llegar a esto”...

La realidad era distinta.

- ¡Están castigadas! Van a limpiar todo el desorden que armaron en casa de la abuela y a pedirle perdón por los daños. Después… ¡A estudiar! Y que no las vea por ahí “ociosas” porque van a ver… si me hacen levantar  ¡No va a ser en vano!
Mamá gritaba y vociferaba. Nos tendría castigadas por un buen tiempo mientras volvíamos a una nueva andanza...