Cuando nada queda. Cuando nuestros peores sentimientos
ganaron la partida y ya no se cree porque todo parece irremediable, aparece una
luz… La luz de las palabras. Palabras
que alivian, que desenredan, que abren caminos, que sanan. No aquellas teñidas de falsa
condescendencia, sino las que vienen
directo del alma de quien puede ver con moderación las acciones de sus
semejantes porque se sabe hecho de la misma materia vulnerable y cambiante.